Por Alejo González Prandi
No tuvo una vida feliz, tal vez porque supo desde sus primeros años que ninguna vida puede serlo. El primer intento de suicidio lo tuvo en su infancia, tratando de ahogarse en un estanque. Amó a Schubert, Chopin, Liszt, Ibsen y Maeterlinck. Escribió poesía y también teatro. Los satélites que ayudaron a formar su mundo de creación se llamaron Rimbaud, Hölderlin, Baudelaire, Nietzsche y Dostoievski.
El alcoholismo y las drogas lo mantuvieron aislado en algunos períodos. A pesar de su profundo rechazo a la violencia, participó de la guerra del 14 uniéndose a las tropas astro-húngaras. Luego, sus compañeros lograron impedir que se quitara la vida.
Quienes trataron sobre su vida, dicen que murió de una sobredosis de cocaína a los 27 años de edad. Hoy se cumplen 120 años de su nacimiento. La poesía que dejó al mundo sigue delatando la oscuridad y la perversidad del Hombre como lobo del mundo.
MI CORAZÓN AL ATARDECER
Por la tarde se escucha el grito del murciélago.
Dos caballos negros saltan por la pradera.
El rumor del arce rojo.
En el camino, aparece una taberna ante el viajero.
Delicioso es el sabor del vino joven y las nueces.
Delicioso es tambalearse, ebrio, por el bosque que oscurece.
Por entre las negras ramas resuenan campanas dolorosas;
Gotas de rocío caen sobre el rostro.
Publicado en el blog La Víspera, en 2007
Categorías:Alejo González Prandi, Opinión