DE LA AUSENCIA
Como no existes, para eso las palabras,
para eso el lago sin esperma que encallan temibles las auroras.
Y porque no existes y es fácil el suicidio,
para eso el poema inagotable que oprime la vena sin desgarro.
Porque no existes y se escancian los abrazos,
para eso el trágico luto de las rosas que entretiene el otoño.
Como no existes, para eso los nombres imperfectos,
para eso la mentira escuálida que toma la mano de la mano.
Y porque no existes y preservo la lágrima,
para eso la pena es una cáscara del extremo de la noche.
Porque no existes y es gris la tinta de los besos,
para eso imagino esa lluvia que alcanzo y no me toca.
Rogelio Pizzi (Córdoba, 1956). Publicó Poema previo (1997).
FINAL DE JORNADA
No detengas el abismo
que avanza con tus ojos
no detengas la hora del grito de las aves
la rotación del espacio y los besos
amor mío ¡canta con el mundo
con tu vestido roto en la tormenta!
estación del tiempo y la noche
patria de la luciérnaga
casa del olvido
no detengas
el rocío cuando demoras la risa en el aire
como un barrilete
una canoa invertida hacia las altas cumbres del cielo
extraños placeres viven en tu boca
y beben de la corriente de tu pecho
coral que cuelga de los vientos
hermosa eres para cantarte
con astros en los ojos
con la espada del tiempo
en manos tristes de trabajo.
Andrés Haedo. (Buenos Aires, 1974).
PREGUNTA
¿Cuál es tu pregunta en la poesía?
¿si estás muerto?
¿si volverás a estar muerto?
tu pérdida es genealógica
tu paisaje viene de lejos
lo tenés escondido nauseabundo heredado
no sabés de otra intemperie
no mordiste la tierra sin dejar de soñar un muerto
es el viento la frondosa lentitud que no llegará nunca
Alejo González Prandi. (Buenos Aires, 1974).
HIJO MENOR
Vuelve hijo menor,
vuelve a huir por alguna ventana de la casa.
Vuelve a desobedecer la ley escrita de la sangre.
No dejes huellas ni el barro ni en las lágrimas.
Celebra una vez más esa fuga
creada a semejanza de tus ojos.
Vuelve a lo inútil,
vuelve a convertir tu corazón absurdo en un sapo.
Anúnciate en las grandes salas de la nieve
como el hombre que pasará con cola de caballo,
como el animal oscuro que gusta de feroces artes.
Vuelve a escuchar un lejano llamado de ausencias:
ya conoces a qué país triste de infancia
va el alma cuando está sola y llena de furia.
Ahora no digas nada,
toma tus bandadas, tu guitarra,
tus largas sombras de otoño
y vete de aquí.
Celedonio Torres Avalos. (Buenos Aires, 1973).